Parto de la base de que todas las organizaciones sindicales
quieren y desean lo mejor para el conjunto de los trabajadores del sector pero,
por desgracia (o por fortuna), la riqueza en ideas del conjunto de la clase
trabajadora no siempre nos sirve para avanzar en conquistas. Más bien, y en
buena parte debido a la desideologización de la sociedad, en los últimos años
está sirviendo para que tengamos un claro retroceso en derechos sociales
duramente conquistados a lo largo de los años, muchos de éstos mediante
movilizaciones y huelgas, porque a la clase trabajadora nunca nos han regalado
nada.
La huelga es la expresión máxima de la lucha de clases, eso
que algunos pretenden enterrar como algo del siglo pasado, a sabiendas y con la
pretensión de enterrar nuestros derechos y dejarlos al nivel de como nos
encontrábamos en el siglo pasado. A la hora de cohesionar a los trabajadores es
necesario volver la vista atrás y recuperar algunas de las mejores tradiciones
que el movimiento obrero desarrolló.
No llevo muchos años trabajando en este sector, pero sí los
suficientes para tener algo de “memoria histórica” de cómo se vienen sucediendo
una serie de acontecimientos que han ido erosionando la unidad de acción, ya no
de las organizaciones sindicales (que esto es casi lo de menos), sino del conjunto del sector. Fue hace seis años,
después de una asamblea en Av. de América, cuando los dirigentes de UGT,
deciden terminar con las asambleas y convocar a sus simpatizantes y afiliados,
dejando al resto de trabajadores y organizaciones sindicales descolocados a la
hora de reflexionar y consensuar sobre las cosas que nos atañen.
No vengo aquí a poner en duda la mayoría de UGT en el
sector, está legitimada por los procesos de elecciones sindicales que se dan en
los centros de trabajo. Pero sí quisiera hacer reflexionar sobre cómo ésta
gestiona su lícita mayoría, ya que no es suficiente, o no debería serlo, fundamentar
nuestras decisiones en que hemos sido los más votados en unos procesos que se
dan cada cuatro años.
Cuando se está en mayoría y se es consciente de ello, no les
debería temblar el pulso y hacerla valer en todo momento, demostrando con sus
argumentos que tus posicionamientos y línea son los correctos, sin temor a defenderlos
delante de quien sea, en asamblea de trabajadores. Ser mayoría significa tener
esa grandeza que demuestran los que saben estar con la gente y no por encima
de ella, y mucho menos dejando a un lado a buena parte del conjunto.
Este sector lleva años sufriendo políticas de recortes, eso
todos y cada uno de los compañeros lo venimos viendo, sin que nadie (y cuando
digo nadie me refiero a nadie, yo mismo incluido) fuese capaces de hacer nada.
Primero se dejaron de realizar las contrataciones temporales,
poco a poco fueron desapareciendo esos puestos que el ayuntamiento estaba
pagando por un servicio que el vecino no estaba recibiendo. Pero no pasaba
nada, porque no eran despidos, eran “finalizaciones de contrato” un eufemismo
más tras el que escondíamos la realidad de que por el momento la cosa no
pintaba tan mal y para qué nos íbamos a complicar la vida si todos podíamos
seguir tirando. Pero la dura realidad dice que, mientras las empresas se llevaban
a dos manos el dinero público, desaparecían cerca de 2.000 puestos de trabajo debido
a la “situación de crisis” que venimos soportando; siempre a los curritos, a
los de abajo, esto nos vino bien, nos permitía hacer horas con las que seguir afrontando
las hipotecas, los préstamos y nuestra apurada vida de sociedad de consumo.
Luego vinieron los recortes de campañas, en la campaña de la hoja y en la de navidad; también
fueron suprimidas por el Ayuntamiento de Madrid las sustituciones de verano, ante
la imperiosa necesidad de éste de ahorrar (donde no deberían) el dinero que se
venía derrochando en obras faraónicas. Todo un ejemplo de pésima gestión de lo
público que, como siempre, termina pagando el que menos culpa tiene. Quizás la
única culpa que se nos puede achacar es haber confiado en este clase de políticos,
más preocupados por su vida de lujo y por regalar el dinero público a sus
amigos de las grandes empresas que en organizar y prestar los servicios que
Madrid merece.
El anuncio de los nuevos pliegos de servicios integrados es
la puntilla que le faltaba al sector, y la barbaridad de no requerir un número
determinado de trabajadores, la muerte anunciada de otro buen puñado más de
puestos de trabajo. Tendría que haber sido ahí (en mi humilde opinión) cuando
deberíamos haber dicho ¡basta!, al igual que se hizo en la recogida de basura,
ése hubiese sido el momento idóneo para ponernos en huelga, ya que los pliegos
aún no estaban aprobados y hubiese sido un claro aviso a las empresas y al Ayuntamiento de que no pensábamos consentir ni un solo ataque más a nuestros
derechos y condiciones de trabajo. A la recogida de basura no le fue mal, ya
que las empresas dejaron el concurso desierto; si bien no han ganado la guerra,
salieron victoriosos de la primera batalla. Pero los pliegos ya están aquí y
ahora toca jugar con lo que tenemos y sirve de poco hablar de lo que debimos
hacer.
La situación actual es que nos encontramos en la hora de la
subrogación, con la consiguiente “desaparición” de compañeros que venían
prestando sus servicios a todos los madrileños y los despidos disciplinarios de
otros tantos de ellos, y aún no comprendo por qué no se exige que se cubran las
vacantes en los centros donde se han producido. Aquí tampoco parece ser que
fuese el momento de hacer nada.
El anuncio del ERE, en el lugar menos apropiado (la mesa de
negociación del convenio), parece ser la gota que colmó el vaso de la paciencia
de alguna organización sindical. Creo que es un gran error coincidir con ASELIP
en que ERE y convenio colectivo pueden ir de la mano: el ERE pertenece al ámbito
de cada centro de trabajo y deberá ser resuelto allí, mientras que la
negociación del convenio colectivo, aún en proceso, no debería verse enrarecida
por las situaciones específicas de los centros.
Parece que la huelga es la única solución posible, no cabe
duda; es más, la venimos retrasando demasiado tiempo y demasiadas veces. Pero
creo que las cosas se están haciendo de forma precipitada, sin contar con la
mayoría de la gente y sin escuchar al resto de organizaciones sindicales.
Pareciera como si nos estuviese dando el “apretón del vago”, es decir, queremos
hacer de golpe un trabajo que llevamos años postergando y ahora, en el último
suspiro, queremos sacarlo todo adelante.
Las huelgas, como cualquier batalla, deben darse en las
mejores condiciones, sumar el mayor número de soldados, elegir muy bien el
terreno y saber cuándo es el mejor momento para atacar. Comprendo que los
compañeros con un nivel más elevado de conciencia de clase, o más conscientes
de que algo hay que hacer, o simplemente que estén más hasta los huevos les
venga bien la primera fecha que les den; pero la huelga no es una cuestión de
huevos, más bien es una cuestión de inteligencia a la hora de plantear la
batalla y realismo a la hora de ver las condiciones objetivas con las que
contamos.
Creo que tenemos un trabajo previo por hacer; han faltado y
faltan más movilizaciones y acciones que llamen la atención a la ciudadanía y a
los grandes medios de comunicación de masas, y apretar bien a las empresas
donde les duele, es decir, poner fin a los doblajes, las horas y otros tantos
problemas que tenemos con la maquinaria en pésimo estado, etc.... porque si malo es confiar todo a una
negociación a todas luces perdida, peor aún es lanzarse a una batalla que
parece definitiva cuando la realidad en los centros es mayoritariamente como si
esto no fuese con ellos. ¿O acaso creemos representativo que, de unos 7400
trabajadores afectados, las asambleas celebradas no juntaran entre las dos más
de 4400?.
La fecha del 28 me parece a todas luces la menos apropiada. No
se trata de sumar excusas, se trata de elegir las fechas en las que la huelga
pueda resultar más dañina, y situarla en vísperas de un puente de cuatro días
no parece lo más adecuado, además de suponer un gran esfuerzo para las
plantillas de domingos y festivos y un gran descuento en la nomina a las
plantillas de diario.
Retrasar el día de comienzo de la huelga serviría para ganar
tiempo en la negociación y en armarnos de razones y de valor para afrontarla.
Pero, por desgracia, los días pasan y seguimos discutiendo sin hacer nada más
que continuar caldeando los ánimos entre nosotros, en vez de hacer algo por
agudizar las contradicciones con la empresa y el Ayuntamiento.
El próximo lunes 21 hay una reunión entre los tres
sindicatos con representación en la mesa negociadora del convenio para tratar
de buscar una solución a la “difícil situación que atraviesa el sector”, algo
que comparto al 100%, porque, si antes la plantilla tenía miedo a perder su
puesto de trabajo, ahora se encuentra perdida y desorientada, en buena parte
por los mensajes contradictorios que le lanzamos. Este lunes tenemos la
oportunidad de dejar a un lado las discrepancias, de encontrar las soluciones
que las plantillas nos demandan y de poner yeso en una fractura que cada vez
está haciendo más grande la grieta. Pero espero y deseo, siguiendo el símil
albañil, que no hagamos una ñapa. Que veamos el problema de una forma más
global, es decir que, en mi opinión, el problema más importante no es el día de
la huelga, sino recuperar el sector para el conjunto de los trabajadores y
trabajadoras, cada uno con su responsabilidad. Que seamos capaces de recuperar
las asambleas de trabajadores como eje que coordine todos los movimientos, y
que lleguemos a éstas con acuerdos y propuestas consensuadas entre nuestros
representantes en la mesa. Si somos capaces de esto, no tengo la menor duda de
que empezaremos a recuperar la dignidad que merecemos como trabajadores; pero,
mientras no seamos capaces de discutir las discrepancias entre nosotros y resolverlas
razonablemente, tendremos simplemente lo que nosotros nos hemos buscado.
Cada uno, con su responsabilidad, que obre en conciencia.
Saludos y a la lucha.
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